Sientes un nudo en la garganta. No puedes respirar. ¿Conoces
la sensación? El miedo te inunda, te ahoga, te asfixia. Intentas meter aire en
tus pulmones, pero se hace plomo en tu garganta, empujándote hacia el suelo,
más abajo, mucho más abajo, a las mismas entrañas de tu propio ser, a una
profundidad aterradora, de la que no sabemos cuando podremos salir, si es que podremos. Estamos solos. La oscuridad nos envuelve en un abrazo del que no
podemos zafarnos. Entonces, ¿todo ha acabado? Nos vemos como siempre hemos
sido, simples almas. Sin alma gemela, sin media naranja, sin necesidad de nadie
más. Solas. Únicas. Y hasta que no entendemos eso, seguimos siendo vulnerables. Seguimos siendo almas frágiles.