domingo, 11 de mayo de 2014

Y la chica sin nombre aprendió a desenfocarse.

La chica sin nombre se adentró en la niebla. No sabía por qué. Algo la empujaba a seguir hacia delante. A pesar de las ramas que se clavaban en sus pies desnudos, a pesar del frío que golpeaba su piel a través del fino vestido negro que se movía de forma inquietante, proyectando lúgubres sombras a su alrededor. Siguió caminando hasta que su vestido se difuminó en la noche y ya no quedó nada de ella.

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