sábado, 21 de junio de 2014

Todo abandono deja un rastro.

Vivimos rodeados de pérdida, a veces importante, a veces no tanto. Y no, no voy a hablar de la muerte, y no lo voy a hacer porque ni toda pérdida es muerte, ni toda muerte es pérdida. Y porque hay vacíos que duelen más que la propia muerte. Lo horrible de las pérdidas es eso, van dejando trocitos sin vida, y cada pérdida se lleva consigo un poquito de nosotros. La peor pérdida que puede haber es la de uno mismo. Las cosas cambian, todo lo hace, y lo que ha cambiado, se ha perdido. Nosotros cambiamos. A veces se produce poco a poco, de forma tan tenue que apenas nos percatamos de ello. Pero cuando lo hacemos, otro vacío se une a todos los anteriores en nuestro interior. Y a veces es tan grande que puede eclipsar los demás. Y no sabemos que hacer por un tiempo, solo nos quedamos de pie, clavados en el suelo, esperando, buscando lo que ya se fue. Lo que no volverá. No es verdad que todo permanezca dentro de nosotros. Hay cosas que se pierden para siempre. No creo que las pérdidas se puedan reemplazar o que esos vacíos se puedan llegan a cubrir. Pero se puede seguir adelante, crear nuevos recuerdos. Recordando de vez en cuando nuestras pérdidas, que también forman parte de nosotros y en mayor o menor medida, nos han hecho cambiar, nos han hecho perdernos un poquito y surgir como personas distintas, que no nuevas. Porque todo abandono deja un rastro. Comienzo a comprender la belleza helada oculta en él.



Tenía muchísimas ganas de escribir esta entrada, que se me ocurrió después de leer un precioso artículo de Leila Guerriero titulado "Lo que se pierde", que encontré por casualidad y podéis leer aquí

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Small Grey Outline Pointer