miércoles, 7 de enero de 2015

Me dueles.

Amor. Dulce palabra. Amarga verdad. Pues, ¿que es el amor si no otra forma más lenta de muerte? Y no me refiero a las películas románticas que me hacen vomitar arcoiris, en las que la vida es un musical y nunca llueve, me refiero a lo que hay detrás. Nadie nos prepara para lo que nos espera después de esas películas. Nadie nos habla de lo que se siente al ser rechazado, al ser usado, al ser nada. Nadie nos cuenta que, algún día, miraremos a alguien y ese alguien no nos verá realmente, que seremos como el humo, que pasaremos y no dejaremos rastro. Que no existe eso del amor a primera vista, que no existe tal cosa como las almas gemelas, y que no, que no soy ninguna media naranja. Que nos parecemos más a limones, pues eso es lo que hace el amor, vuelve nuestra vida ácida, la amarga, y qué sé yo. Y no sé porque hablo del amor, si yo no creo en él. Y yo no se por qué no creo en él, si una vez fui una de las muchas que cayó en su devastadora red.
Y qué grandioso sería volver al simple me quiere, no me quiere deshojando una margarita. Y qué bonito sería coger otra margarita y empezar de cero cuando el resultado no es el esperado. Pero no somos margaritas, y aún así nos herimos con cada No me quiere y perdemos los pétalos con cada lágrima, con cada historia inconclusa, con cada falso Me quiere.

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